Churchill y las Salmoneras
En 1952 el cielo se nubló por completo sobre Londres. Inicialmente parecía una más de las características nieblas londinenses, pero el aire se densifico y la visibilidad en las calle se redujo a pocos metros. El transporte público se suspendió y los hospitales colapsaron con personas con graves cuadros respiratorios. Winston Churchill, Primer Ministro de esa época, se manifestó indignado ante quienes lo interpelaban a tomar acciones diciendo "Es el clima, es una cosa de Dios, nada se puede hacer sino esperar que se disipe”. Esa histórica niebla de diciembre de 1952, costó la vida de doce mil personas en solo cuatro días. Lo cierto es que Churchill desconocía que ese hecho fue mucho más que una simple neblina o algo enviado por la divinidad de la naturaleza. Años más tarde los expertos definieron el fenómeno como “inversión térmica”, lo que produjo que el humo de miles de chimeneas caseras e industriales que contenían cientas de sustancias tóxicas se concentraran en el aire produciendo la muerte de los londinenses. Aprendida la lección, Gran Bretaña impuso un programa que obligó a las industrias a reemplazar los combustibles fósiles en su sistema de producción y se eliminó al carbón como modo de calefacción hogareño.
Esta historia parece repetirse actualmente. El fiordo Comau vive un verdadero desastre ambiental con una floración de algas que ha generado la muerte de 5 mil toneladas de salmones. Los antecedentes entregados por expertos, organizaciones y científicos señalan el rol que podría tener la salmonicultura como acelerante en este nuevo bloom de algas. Sin embargo la industria en lugar de abrir el debate decide responder tal como si fuera Winston Churchill en 1952. Acusan que este fenómeno es algo complemente natural, esperado y que ocurre incluso desde épocas darwinianas. Junto con ello aducen que quienes hablan desde fuera de su mundo lo hacen desde la ignorancia y que la solución es tan sencilla como esperar a que las algas se disipen espontáneamente tal como la “niebla” que mató a cientos de personas en Inglaterra.
Necesitamos urgentemente un nuevo trato para el cuidado de nuestro medioambiente. Comprendamos que el calentamiento global nos obliga a acordar un piso mínimo de sustentabilidad y protección para nuestra naturaleza. En este caso culpar a Artemisa - Diosa de la Naturaleza -es perder la oportunidad de la autocrítica y el acto de taparse los oídos nos limita en la construcción de una región verde.